bien.
el café está demasiado dulce.
si no estuviera tan dulce, quizá me estaría quejando de que no está lo suficientemente dulce, porque entonces no me gustaría, dado que no podría quejarme de que está dulce, como lo estoy haciendo ahora mismo. así que haré lo siguiente: me lo beberé despacio, imaginándome que está muy amargo, así podré maldecir a gusto, aunque corro el riesgo de seguir echándole más azúcar sin darme cuenta, porque pensaré que no lleva nada de azúcar y entonces claro, la espiral seguiría aumentando, y es que no puede ser esto, que un lunes sea como un domingo a solas, que el café adquiera vida propia sobre mi lengua, que forme una película cinematográfica en blanco y negro con un argumento ridículo, bueno, ya, me voy a tirar por la ventana, espero que haya alguien abajo esperándome con los brazos abiertos.

uy no sé qué pasa, llevaba dos años sin escribir en este blog, pero me doy cuenta de que aquí soy extremadamente absurda, lo cual es genial.

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nací muerta y ahora moriré viva.