Fluye sobre mis dedos
el metal de un sueño anaranjado,
que cae cual petálo sonámbulo
sobre el suelo de poesía lleno.
Se desvanecen sobre mi pecho
los últimos suspiros del atardecer,
va desapareciendo en el abismo
la luz cremosa de un sol embriagado.
Caminan con desdén las horas que suplican
morir entre mis versos para poder sentir
el sinsabor de aquél sueño férrico
que sale de mis palabras cual mariposas rojas
en metamorfosis,
cual cruel suspiro arrancado de mis labios sombríos
que en vano intentan atraparlos besos de un olvido muerto al anochecer.

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nací muerta y ahora moriré viva.